martes, 3 de agosto de 2010

2ª carta: extraño en mi tierra...

Otro verano más como siempre, he vuelto a mi ciudad, a Barcelona, y como siempre me ha traido no los motivos lúdicos, o la necesidad de asueto vacional propias de la época sino el imperioso caos financiero en el que siempre me encuentro, o dicho de otro modo un año más trabajando como portero sustituto en traveserá de les corts.

Pero quizás la sensación primaria que me trae este reencuentro es la ajenidad... Entendamonos, Barcelona sigue siendo una ciudad para mi comoda, una ciudad que me trae recuerdos infantiles y no tan infantiles, pero como quien contempla una foto y sabe que ha vivido también sabe que eso ya no es su vida.

Extraño al ritmo, a la latencia, como un turista que no puede sentir el pulso del corazón de la ciudad y pasea sin que sus pasos tengan relevancia.

¿que es lo que ha cambiado? ¿tanto he cambiado yo?¿o es la propia urbe que tengo a mis pies la que no es la misma? creo que es imposible desvincular una cosa de la otra.

La Barcelona libre, carismática, esta sumida en sus propias frustaciones y ya no mirá al cielo azul. La crisis arrastra en los barrios populares a la gente a las pequeñas granjas, la cual sin poder costearse ese tercer quinto de buena mañana mirá de soslayo el primeró y único que sus economías de desempleados les permiten. ¿cuantos más se tomarían para apagar su deshazón?.

Ambiente turbio de ciudad cansada de crecer, que ya no sabe hacia donde navega o para que, agotamiento de la raiz identitaría de una ciudad, que se trasluce en las carás grises que me cruzo en el laberinto del suburbano. Ese orgullo vacuo de urbe abigarrada de sus propios brillos pasados empieza a transformarla en otro fantasma gris como ese París que solo vive de los recuerdos de su gloria...

Veo con estupor de hijo otrora orgulloso de su tierra, que siempre ha llevado a gala su origen, como que al igual que una mala dictadura se ha cambiado a una prevención especial negativa en cuanto a la ideología. O es decir por explicar un poco más el simil jurídico el catalanismo empieza a querer imponer su razón por el miedo a lo ajeno, igual que se pone una pena de muerte para que la gente por miedo no delinca. El miedo la política del miedo al cambio y a la perdida...

Esta ya no es la Barcelona donde la pluralidad cultural se veía con buenos ojos, donde el catalanismo solo era una cuestión de un sentimiento intimo que te llevaba a afirmar lo propio por puro sentimiento de plenitud y aceptación, en donde la emigración aportaba el toco de dinamismo reenfoque y cambio necesarios para seguir creciendo. No, esta yo no es la Barcelona de ayer, de mi recuerdo infatil quizás matizado por la integración de mi familia andaluza en la ciudad viva. Hoy veo como la negación externa lleva a ese racismo solapado que lanzas las "velles señores" a ese camarero que vende shawarmas debajo de su casa.

Barcelona empieza a temer el cambio la perdida, y no se da cuenta que eso es precisamente su mal, lo que le impide seguir siendo ella misma. Nunca otro pueblo mediterraneo pudo estar más orgulloso de ser él y ser de todos, cuna de acogida a hijos del hambre, hoy eres miedo pintado en senyerás que ya no significan nada...

El pequeño ciudadano ensimismado en los mass media ya no sabe quién es, solo sabe que no quiere ser otro... triste dolorosa sensación esta que recibo mientrás ando por las aceras limpias de una ciudad que no sabe que sigue siendo hermosa.

Aquí donde el afán cultural de la gente podría afirmar sin miedo que se prohibe una costumbre por mera decisión y evolución social, mientras se respetán otras que si se sienten como importantes, se reviste todo de un No a lo español tan absurdo, que desvirtua el principio elemental y puro de la causa empuñada como es la defensa de la vida animal y no hacer sobretodo de ello un espectáculo.

Estamos en la Barcelona de las obras que no sirven para mejorar la vida, o para albergar más gente y en mejorés condiciones sino que se preocupa por revalorizar zonas por mero afán especulativo que se resite a abdicar ante la realidad manifiesta de su mundo desfasado.

Lo que otros años me parecio por agrabio comparativo con sevilla una pluralidad sin igual en ambientes y gentes, tendencias, la observo hoy como lo que es en el fondo, pese a tener más tribus la gente no es más libre o más comprensiva, sus standares, sus modas, sus grupos son cerrados y llevan un celo extraño frente a todo lo que no pueden enmarcar bajo su misma etiqueta. Que libre y que ajeno me siento ante este planteamiento...

Ajeno también por mi o por mi culpa, pues mi propia lejanía de mi gente, autoimpuesta desde que abandone la ciudad con catorce años, hace que ahora ya no me halle, me siento como el invitado de piedra que va a ver como su familia de año en año son extraños, y pese al deseo o la comodidad que sé que sentiré contando mis venturas y desventuras a un viejo amigo, soy consciente que pese a todas las copas que hallan de por medio, no dejará por ello de ser un "viejo amigo". Una reminiscencia de lazos antes más cercanos...

Barcelona pierde en mi su peso, y cual recuerdo etereo creo que me quedo con la imagén idealizada que antes tenía pues lo que veo es como ese reflejo en un cristal deformado, que no es lo que debería ser, y que no se da cuenta de su irrealidad...

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